El señor Underhill veía como los niños se comportaban entre ellos, hacían ver el parque como un lugar hostil y peligroso, se arañaban, se producían heridas que estaban sangrando o estaban a punto de hacerlo, es increíble lo cruel que pueden llegar a ser los niños –pensó-, no entendía como podían hacerse la vida tan insoportaba entre ellos. Le recordó su infancia.
Para Underhill la infancia nunca fue lo que los demás decían que era, él no la recordaba como la etapa más feliz de su vida.
Mientras salía del parque de juegos, oyó una voz, -¡hola Charlie!- Le decía. En lo alto del tobogán estaba un niño de unos nueve años que lo saludaba, no reconoció al niño.
Volvió a su casa, en donde estaba su hermana Carol y su hijo Jim.
¡Maldita sea! Los niños son unas fieras –le dijo a su hermana-. No quería que su hijo pasara por todo lo que acababa de ver, quería evitarle todo ese sufrimiento. Carol no estaba de acuerdo con eso, ella pensaba que Jim debía crecer como los demás niños y que era necesario que fuera adaptándose al parque de juegos.
Underhill caminaba hacia su casa, al pasar por el parque vio a su hermana Carol ahí, ella había llevado a Jim al parque. Underhill tomo del brazo a Jim y se lo llevó, Vamos Jim tu no tienes que pasar por esto mientras yo pueda evitarlo –le dijo-. ¡Hola Charlie! -Le dijo otra vez el mismo niño del tobogán.
En otra ocasión Underhill pasaba por el parque cuando le hablo el mismo niño de siempre, el del tobogán. El niño decía ser el señor Marshall, quien era un vecino de Underhill pero que hacía tiempo no veía. Contaba el niño que él, quería tambien evitarle la pena a su hijo Tommy Marshall de pasar por todas esas molestias y penas que producía el parque, entonces hizo un trato con el parque, había pasado a ocupar el lugar de su hijo en ese parque de juegos.
El niño le ofreció a Underhill la oportunidad de cambiar su lugar por el de su hijo Jim. A Underhill le pareció interesante, -¿cuánto tengo que pagar?– dijo, -nada, solo tienes que jugar en el parque- le contestó el niño. Underhill se marchó.
Parecía que todavía estaba enojado con Carol por llevar a Jim al parque la vez pasada pero esa misma mañana le hablo diciéndole que quería que fueran a dar un paseo al parque junto con Jim. Así lo hicieron, ya en la entrada del parque se encontraron. Jim y Underhill entraron al parque, mientras él pensaba que era ridículo lo que el niño del tobogán le había dicho. Al entrar al parque, Underhill se miro las manos aterrorizado. Ya había ocupado el lugar de su hijo Jim.
Solo pasaremos aquí doce años –le dijo el niño Marshall. Mientras los demás niños lo recibían con golpes.
Esto es el infierno, pensó. ¡Esto es el infierno!
Y en la caliente multitud demoledora nadie le dijo que no.
Para Underhill la infancia nunca fue lo que los demás decían que era, él no la recordaba como la etapa más feliz de su vida.
Mientras salía del parque de juegos, oyó una voz, -¡hola Charlie!- Le decía. En lo alto del tobogán estaba un niño de unos nueve años que lo saludaba, no reconoció al niño.
Volvió a su casa, en donde estaba su hermana Carol y su hijo Jim.
¡Maldita sea! Los niños son unas fieras –le dijo a su hermana-. No quería que su hijo pasara por todo lo que acababa de ver, quería evitarle todo ese sufrimiento. Carol no estaba de acuerdo con eso, ella pensaba que Jim debía crecer como los demás niños y que era necesario que fuera adaptándose al parque de juegos.
Underhill caminaba hacia su casa, al pasar por el parque vio a su hermana Carol ahí, ella había llevado a Jim al parque. Underhill tomo del brazo a Jim y se lo llevó, Vamos Jim tu no tienes que pasar por esto mientras yo pueda evitarlo –le dijo-. ¡Hola Charlie! -Le dijo otra vez el mismo niño del tobogán.
En otra ocasión Underhill pasaba por el parque cuando le hablo el mismo niño de siempre, el del tobogán. El niño decía ser el señor Marshall, quien era un vecino de Underhill pero que hacía tiempo no veía. Contaba el niño que él, quería tambien evitarle la pena a su hijo Tommy Marshall de pasar por todas esas molestias y penas que producía el parque, entonces hizo un trato con el parque, había pasado a ocupar el lugar de su hijo en ese parque de juegos.
El niño le ofreció a Underhill la oportunidad de cambiar su lugar por el de su hijo Jim. A Underhill le pareció interesante, -¿cuánto tengo que pagar?– dijo, -nada, solo tienes que jugar en el parque- le contestó el niño. Underhill se marchó.
Parecía que todavía estaba enojado con Carol por llevar a Jim al parque la vez pasada pero esa misma mañana le hablo diciéndole que quería que fueran a dar un paseo al parque junto con Jim. Así lo hicieron, ya en la entrada del parque se encontraron. Jim y Underhill entraron al parque, mientras él pensaba que era ridículo lo que el niño del tobogán le había dicho. Al entrar al parque, Underhill se miro las manos aterrorizado. Ya había ocupado el lugar de su hijo Jim.
Solo pasaremos aquí doce años –le dijo el niño Marshall. Mientras los demás niños lo recibían con golpes.
Esto es el infierno, pensó. ¡Esto es el infierno!
Y en la caliente multitud demoledora nadie le dijo que no.
1 comentario:
¿quien escribió "el parque de juegos"?
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